martes, 23 de diciembre de 2014

Capítulo 5: Sentimientos

-¿Pero qué es esto?- Grita mi padre al ver la correa que me une a L. - Ya está, esto es demasiado. Detective, lamento decirle que esto es intolerable ¡Exijo una explicación al momento!
L responde, calmado, como siempre:- Estimado señor Yagami. Debo decirle que mis sospechas sobre su hijo han aumentado notablemente, y, por precaución, he decidido vigilarle yo mismo, de una manera en que ni él ni yo nos podremos distraer. Es una medida preventiva, por supuesto, y cuando pase un tiempo...
-¿Un tiempo?- Mi padre comienza a levantar la voz, extasiado.- ¿Y cuánto es eso, detective? No estoy dispuesto a dejar que mi hijo pase por una humillación semejante, lo lamento mucho, así que o corta esa correa en este instante, o...
-¿O qué?- L, sin embargo, no necesita alzar el tono de voz para callar a toda la sala, e intimidar a mi padre como nunca nadie lo había hecho. Con su voz grave y un tono sarcástico y burlón, se acerca a mi padre y le mira por encima del hombro.-Le recuerdo, señor Yagami, que tengo poder para encerrar a su hijo o a cualquiera de ustedes ante la más mínima sospecha. Su hijo ahora está bajo mi mando.
Se gira y me mira, con ansia, con prepotencia, con locura y... con... con lascivia...
-Su hijo ahora es mío.
Y tira de mí, dejando a todos con la boca a abierta. Extiendo la mano hacia mi padre, y él me mira, y me ve alejarse. Sabe que no tiene nada que hacer.
L me lleva a su habitación, ahora también mía, donde, después de entrar yo, cierra la puerta.
Se apoya en ella y suspira, con los ojos cerrados, y después me mira, y me da la sensación de estar viendo una persona distinta. En sus ojos cansados veo un espíritu dulce, humilde, derretido, sin esperanza, agotado de todo... y en sus labios una media sonrisa desgarradora.
Me sorprendo mirando sus labios, y un incómodo rubor asciende a mis mejillas, devolviéndome a la realidad.
Su sonrisa desaparece.
-Quítate la ropa.
-¿Qu-qué?
-Ya me has oído. ¿O prefieres que lo haga yo?
Reacciono. Me alejo de él despacio hasta que la correa se tensa del todo, y, obediente, le doy la espalda para desnudarme. Lentamente, y encogido, me desvisto. En el silencio, se oye la tela rozar mi piel. Noto su mirada en mí, con sus ojos en mi ropa, que se escurre por mi cuerpo, poniéndome los pelos de gallina.
Por fin me doy la vuelta, y al hacerlo, le veo a él.
También en ropa interior, me mira desde arriba, de nuevo en su prepotencia. Su cuerpo es encorvado, blanco como la cal, delgado y alto, con unas manos fuertes. Su expresión es de águila, con los ojos clavados en mí, observando su presa desde las alturas, sabiéndose vencedor y con el sabor de mi piel ya en sus labios, mirándome de arriba a abajo, relamiéndose...
De nuevo me encuentro pensando estas cosas, y bajo la mirada, avergonzado.
Me meto en la cama, buscando las sábanas para que me tapen, refugiándome de mi captor.
Él se mete también, y tras unos instantes, su voz grave y algo ronca suena en mi oído, acariciando mi nuca, bajando por mi espalda...
-No tengas miedo, Light. No voy a hacerte nada.
Me giro, y ahí está, de nuevo, el L tranquilo, indefenso y herido, con su mirada dolorida, a escasos centímetros de la mía, me besa en la mejilla, con sus fríos labios, y acaricia mi bajo vientre con sus dedos.
No sé por qué, sus palabras no me tranquilizan.
Se gira, y me da la espalda, y noto su calor emanando tras de mí.
Y de nuevo, su voz, a través de una sonrisa casi audible:
-Al menos hoy no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario