lunes, 19 de enero de 2015

Mi primer Rap.

Este texto es ciertamente extraño. No sé cómo calificarlo, porque tiene rima, y según escribía me he sorprendido de cuán marcadas son algunas de ellas, al ritmo de lo que se me asemeja a un... rap. Si alguien entiende de esto, decídmelo, por favor.
No sé que cabría decir sobre el tema, la verdad. Últimamente estoy bastante mal, y tristemente, cuanto más escribo es cuando peor estoy. Gracias.



Escribo esto porque no quiero olvidarlo. Lo escribo porque si no, pienso. Y no quiero pensar. Sólo quiero no pensar. Olvidarlo todo, que pase el tiempo. ¡que pase!! ¡Que lo entierre todo, que se lo lleve a un rincón profundo, inhóspito, desierto! Que deje de torturarme este recuerdo, que tu nombre salga de mi mente, desterrado, aún reciente sobre mi paladar, duro de degustar, aún tibio sobre mis labios, como veneno salado.

¿Qué se duerma mi corazón! ¡Que mis sentido no despierten! Quiero verle ya partir, quiero mirarle, y no perderme. Caminar sobre su estela y en su recuerdo rehacerme, construir mundos enteros en su fantasma reciente. Quiero que cada una de mis lágrimas con su propósito indecente, se levanten y caminen, aunque sea torpemente. Que se alejen y descuiden este cadáver inminente, que se vayan, que se pierdan, y que con ellas lleven el recuerdo de tu paso, no hagan caso a tu corriente de vertiginosos pasos que en mí y sobre mí se yerguen, y que tu sonrisa rasgada de promesas que se mueren sea el marco de mi cama para así nunca perderte. Por bandera llevaré tus palabras en mi boca y mientras viva correré, para alejarme de esta loca, mente rota y perturbada, me devuelve la mirada y me sonríe desde el otro lado, con su aire demacrado, desde su mundo interior, al otro lado del espejo, y  me mira, me suplica, me aniquila, me critica. ¡Es culpa tuya! ¡Sólo tuya! Y con su mirada de arpía dice: "mía, solo mía", y se prolonga la amnistía.

Tú, que pudiste ayudarme, que pudiste tú, salvarme, de la malvada alter mía, la tortura auto-inflingida, tú que en tus manos tenías el poder de socorrerme, que pudiste y no quisiste salvar mi atormentada mente.

Prometiste y susurraste, me miraste y me abrazaste, con tu mirada sincera y tu aliento envalentonaste y diste alas a mi alma, alas que después quitaste, alas frágiles y débiles que al irte hiciste quemarse. Y me dejaste en una esquina, rota, débil, demacrada, con una estaca en el que había sido el sitio de mi alma. Refugiándome en mi sombra, en los pedazos de mi alma, me moría y ansiaría el puñal que hundiste en mi espalda.

¡No me dejes! ¡No te vayas! No abandones lo que has hecho, lo que has dejado de mí, de mi ser, de aquel que es mi reflejo, no me arrojes a la oscuridad, sola y perdida eternidad, encerrada en este cuerpo, en el tormento en el lamento. Antes era soportable, pero esto que yo siento, lo de dentro, no es viable.


No me dejes sola así, aquí, solo yo conmigo misma, en el reflejo de este prisma que tanto se parece a mí, encerrada con mi mente acorraladas frente a frente, no lo soportaré más, libérame, mátame ya, que sea tu último regalo, tu maldito beso, ya no, ya no puedo resistir. Sólo déjame…morir.

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