miércoles, 16 de abril de 2014

Capítulo 3: Curiosidad.



….lentamente, me dice adiós con la mano, y se oyen unos pasos lentos en la lejanía.

Poco a poco recupero el control de mi mente, en la cual se van rompiendo inevitable y rápidamente los puentes al mundo de los sueños. Abro los ojos como platos y lucho por recuperar las imágenes que he visto antes, en mi mente. No quiero olvidarlas, eran extrañas, como vistas desde detrás de un velo, brillantes, ondeantes… Me agarro desesperadamente a lo único que recuerdo, mientras las imágenes se van de mi mente como si nunca hubieran existido. Era una figura… algo o alguien que hablaba… no. No hablaba, se alejaba de mí…

Vaya… no recuerdo nada. Es frustrante. Y extraño.

Suspiro y me incorporo sobre mi cama con lentitud ayudándome de mi brazo, con un esfuerzo mayor del habitual y un gemido. Me duele la espalda y estoy acalorado, como si acabara de hacer mucho ejercicio. Las sábanas de mi cama están revueltas, y tiradas por el suelo. No me suelo mover tanto por las noches, y no recuerdo haber dormido mal…
Me pongo en pie pesadamente, y al instante me arrepiento de hacerlo. Mi habitación se vuelve un tiovivo violeta y el suelo se balancea bajo mis pies. Se me nubla la vista y vuelvo a caer en la cama, ahora con un dolor de cabeza pesado, y la sangre bombeando en todo mi cuerpo tan fuerte que siento como si mis venas fueran a explotar.
Confuso, dejo la mente en blanco y cierro los ojos. Al cabo de unos minutos sin moverme mi cuerpo se calma un poco, aunque sigo teniendo agujetas insólitas en muchas zonas de él. Abro los ojos despacio,  sin moverme, temeroso de que si cambio de postura el dolor volverá a desatarse. Noto una leve molestia en mis globos oculares, un pequeño ardor, y me cuesta enfocar.  Extrañado, compruebo que todo lo que veo tiene un extraño tinte… ¿violeta? Es como si todo lo que veo estuviera tapado por un velo finísimo de agua púrpura, que se mueve, lenta y suave, como humo nadando en mi campo de visión.
Parpadeo un par de veces y me froto los ojos. Al volver a abrirlos, todo vuelve a ser normal, aunque el dolor no cesa, ni en mis ojos ni en mi cuerpo. Esta vez, trato de levantarme más despacio, y lo consigo sin caerme. Salgo de mi habitación, cada vez con algo más de normalidad, y al llegar a la puerta sacudo la cabeza, intentando olvidar todo lo que ha pasado ahí dentro.
Las horas pasan, como en un sueño, y mientras mi pesado y dolorido cuerpo continúa con su machacada rutina, mi mente vuela, fantaseando, como siempre.


La silueta de mi mejor amigo se recorta frente a mí en la luz cegadora de su portátil. Yo, tumbado en la cama detrás de él, alzo la mirada al techo de su habitación, plagado de folios con garabatos. De fondo, un murmullo de teclas pulsándose. Paseo la mirada por la habitación de mi amigo, tan desordenada como siempre. Las paredes y el techo están forrados de dibujos, pegados al azar, casi unos sobre otros. Me detengo con interés en ellos, especialmente en uno que hay en el cabecero de la cama, como coronándola. Se trata de un papel como cualquier otro, dividido en cuatro partes iguales por una espiral que nace en el centro del folio. Es un dibujo sencillo, pero parece haberse hecho con mucho más cariño y dedicación que los demás.
En una parte hay una flor sencilla, pero detallada. A la derecha, una pluma pequeña, etérea. Bajo ésta, una concha de formas suaves. Por último, bajo la flor hay unas líneas desordenadas, que inconfundiblemente representan unas llamas.
Lanzo una última mirada al dibujo. No tiene mucha complicación, pero aprecio que los límites que separan las secciones no están del todo acabados,  porque la línea es discontínua , y da la impresión de que se entrelazan unas con otras, de tal manera que, aunque cada elemento resulte bello, como una unidad se percibe hermoso, completo.
Aparto la mirada de éste dibujo y examino los demás. La mayoría de ellos representan lugares fantásticos, como de un cuento, lugares insólitos y hermosos, como brillantes. Pero los trazados de estos dibujos son ásperos, violentos e impulsivos, como si se hubieran hecho en un ataque de rabia. Aparto la mirada de ellos. Nunca llegaré a entenderlos, ni a ellos ni a Bryst, que sigue tecleando frenéticamente, casi olvidándose de mi presencia.
Paseando mi vista de nuevo, mis ojos topan con un pequeño objeto en la mesa. Es el colgante de Bryst. Me extraño mucho, no sé por qué no lo llevará puesto… De hecho, nunca le he visto sin él colgado de su cuello.
Ahora que puedo mirarlo sin que él se dé cuenta, me acerco a la mesilla, y lo examino con detenimiento. Tal y como pensaba, es un pequeño prisma hexagonal, colgado de una cuerdecilla negra. Dentro del cristal, hay una especie de bolita oscura, no, no es una bolita, de hecho, su forma cambia, es como un gas, un gas con vida propia que irradia una luz muy tenue, y casi imposible de apreciar. Esto no lo había visto antes… Entonces, la lógica se manifiesta en mi cerebro. ¿Qué hace un gas metido en un cristal? ¿Un gas luminoso? Sólo se me ocurre que lo vea como un gas por la forma hexagonal del prisma, pero lo de la luz no sé cómo explicarlo, así que acabo diciéndome a mí mismo que será una mini bombilla que tiene que cargarse, o algo… Pero no, no puedo creerme eso, así que, hasta que no lo examine, no pararé, puede que sea mi única ocasión de verlo tan de cerca… Así que acerco mi mano a la mesilla,  y alargo mis dedos hacia el colgante, sólo para examinarlo, cuando siento que irradia un leve calor que llega hasta las yemas de mis dedos. Esto cada vez tiene menos sentido, y yo cada vez más curiosidad, así que, sin pensarlo dos veces, cierro mis dedos en torno al colgante, que, súbitamente, comienza a abrasar mi mano, y a desprender una luz cegadora, al tiempo que una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo desde la punta de mis dedos, estimulando mis sentidos, de manera que siento todo lo que me rodea, y estoy alerta sin querer. A la vez, de repente el dolor de mi cuerpo se incrementa, se vuelve pesado e insoportable, y mi cabeza me martillea sin piedad. El dolor me supera, y con un alarido ahogado abro la mano, dejando caer el colgante de Bryst, que repiquetea contra el suelo de la habitación. Igual que esta mañana, el mundo vuelve a teñirse de púrpura, y mis ojos me arden aún más, como en llamas. Me llevo las manos a los ojos, pero el dolor no cesa. Miro a mi alrededor, y, sin querer, detengo mi mirada en  los dibujos de la pared. El corazón se me para en seco y siento como palidece mi rostro. Detrás de mí, un estruendo indica que Bryst sabe lo que he hecho, pero, para mi asombro, no lo oigo coger el colgante, sino correr hacia mí. Mientras, yo no puedo hacer otra cosa que mirar a los dibujos. Todos ellos brillan con una luz violácea, sobre todo el de la cama, en la que la espiral parece girar de verdad, y los elementos con ella. En los huecos que antes había apreciado, ahora se ven hilos violetas, como venas latentes, en las que un brillo palpita, que unen los sectores de los elementos, los mantienen juntos, como una unidad, y hacen que gire la espiral. Además, en el centro de ésta, se aprecia un nuevo elemento, como posado sobre el dibujo, alrededor del cuál parece girar toda la neblina violeta de la habitación. A diferencia de los demás no tiene forma, y no está quieto, sino que es como en el cristal de Bryst, una nube violeta luminosa, que se mueve ligeramente, y desprende energía, como con vida propia.
Justo en ese momento, reparo en que Bryst se lanza sobre mí, y me tira al suelo, después de taparme los ojos con fuerza. También en ese momento me acuerdo de respirar, y vuelvo al mundo. Y conmigo vienen las preguntas. Manoteo en el aire con desesperación, como respuesta a la inesperada reacción de Bryst. Le acribillo a preguntas:
-¡Bryst!...-Pero él sigue apretando mis ojos, ahora con una mano, mientras noto su cuerpo moviéndose encima de mí, buscando algo que, por supuesto, no puedo ver, aunque supongo que será el colgante. -  ¿Qué narices estás haciendo? ¡Bryst! ¡Suéltame! ¿Qué era eso violeta?- Entonces, una tela tapa mi nariz y mi boca con violencia. Chillo del susto, pero en seguida noto cómo una sensación se transmite por mi cuerpo, y mis brazos comienzan a pesarme.- ¿Bryst?....¿Qué…es…-cada vez me cuesta más hablar, y apenas puedo hacerlo con la tela aplastándome la cara.-…..es…to?....- De repente, lo entiendo.-….¿Bryst?

Y todo es negro.




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