martes, 5 de agosto de 2014

Capítulo 5: El Rol.

La finísima aguja se introduce en mi piel, despacio, acompañada de un dolor agudo, y de algún líquido desconocido que borrará mis recuerdos.
Contengo la respiración mientras siento cómo la aguja se descarga en mí.
El metal sale de mi piel, y Bryst vuelve a dejar mi brazo en la cama, con suavidad. Después de unos segundos, se levanta, y siento su mirada paseándose por mi cuerpo. La tensión se apodera de mí. ¿Habrá notado que estoy despierto? Después de un momento que se me antoja eterno, se oyen unos pasos. Oigo cómo se sienta al ordenador, y un segundo después, un rumor de teclas pulsándose. Me invade un intenso alivio.

Espero unos segundos, por precaución, y, después, abro los ojos lo justo para mirar mi brazo, y observar un minúsculo punto rojo que delata la presencia de la aguja unos instantes antes. Levanto la vista hacia mi amigo, que teclea, con calma. Sin prestarme la más mínima atención.

Espero durante unos minutos que se me hacen eternos. Espero, y sigo esperando, pero los recuerdos no se van. Sigo viéndolo con claridad, el collar, los dibujos, el humo violeta. Todo sigue ahí, en orden, igual que como cuando me desperté.
No sé por qué, pero todavía conservo mis recuerdos, y mientras lo haga, seguiré queriendo obtener respuestas.
Se acabó la impotencia y la incertidumbre, quiero saber qué está pasando.
No me permito pensármelo dos veces. Me incorporo, haciendo el menor ruido posible, y sin pensar, me embarco en una conversación impredecible de la que no sé cómo saldré.

-Bryst.-Mi propia voz me sorprende. He sonado más determinado de lo que estoy.
El rumor de teclas cesa, de repente, y tras unos segundos de indecisión, el que era mi amigo se gira para contemplarme, atónito.
Observo su expresión incrédula, buscando palabras durante un breve instante, pero pronto adopta su típica actitud desenfadada, como si nada hubiera pasado. Un rol que yo ya no me trago.

-¡Usher! ¡Por fin despiertas, dormilón, llevas dormido desde que llegaste de tu casa!- Me sorprende su reacción ¿De qué va? ¿Piensa que el suero me hace efecto? Ah, es cierto, él no sabe que conservo mis recuerdos. De repente, parece que se percata de mi seriedad. -¿Qué tal te encuentras?- Titubea. Su desenfado se convierte en un nerviosismo mal disimulado.

Durante un momento efímero, me replanteo mis intenciones. Dudo entre fingir que no ha pasado nada o contarle la verdad, para que me dé respuestas. Permanezco mudo, pensando qué será mejor para mí. Intento pensar con frialdad, con objetividad. Y al cabo de unos segundos, decido dejar pasar la situación, para poder pensar lo que le diré con más calma, y, de paso, aclararme yo también.

-Eh… nada… es que he tenido un sueño de lo más extraño…-Ahora soy yo el que adopta un papel de niño ignorante y confundido.

-Ah, estupendo.-Su rostro se relaja visiblemente. -Me tenías preocupado con esa cara de tío duro, pensé que ibas a pegarme o algo.- Bromea y sonríe, totalmente natural, pero ahora yo no veo más que falsedad en esos gestos.

Cree que se me ha olvidado todo.

Me está tomando el pelo.

Y la sangre me arde.

Así que esas tenemos, Bryst… Me enfurecen sus palabras engañosas, y en cierto modo, su silencio traicionero también. Y lleno de coraje por su actitud de “no te has enterado de nada”, entro en su juego, explorando sus reacciones, tal y como está haciendo él.

-Verás, Bryst,- Comienzo mi ataque, ocultando un aire de malicia genuina.-el caso es que en el sueño, tú venías corriendo hacia mí… con un paño húmedo en la mano.- digo con la voz grave. Y vuelve la tensión. Vuelve a mirarme fijamente, inquisitivo, y la estúpida sonrisa desaparece de su rostro. No sé por qué, esto me hace sentir poderoso, y no me detengo.-Corrías hacia mí, obligándome a ir al Círculo Juvenil, aunque… tú lo llamabas de una forma diferente…hm… ¿cómo era?...-finjo intentar recordar un nombre que en realidad recuerdo muy bien, juego con su expresión temerosa, y dejo pasar unos segundos, disfrutando cada uno de ellos, antes de soltar el bombazo.-Ah, sí,-sonrío perversamente en mi interior. Realmente disfruto con esto.- Te referías a él como… ¿Círculo experimental? Qué nombre más raro, ¿verdad?- Río. Y le miro con inocencia.

Su mandíbula se desencaja, pero dudo que él sea consciente. Su rostro ha palidecido y me mira, sin entender nada.

“Mierda” pienso. “.Se me ha ido de las manos”. No quería que esto acabara así, se supone que vendría más tarde… he disfrutado tanto manejando a mi amigo que no he sido consciente de que mientras esté en su casa, estoy indefenso, y acabo de venderme. Él sabe de esto mucho más que yo, ¡qué iluso he sido!
Con desesperación, inicio otra conversación, evitando a toda costa que cambien los papeles de dominante y sometido.

-Pero bueno, todo eso está olvidado, al fin y al cabo, solo ha sido un sueño, ¿verdad?-Digo para cambiar de tema, recalcando la palabra “olvidado”.

-Sí… claro… si tú lo dices…-Bryst me mira ahora con una expresión de desconfianza que no se molesta en ocultar.- ¿Seguro que estás bien?

-Sí, en serio, estoy perfectamente.- Y le muestro mi sonrisa más falsa.-Pero me parece que va siendo hora de irse a casa, tengo cosas que hacer.- Resuelvo con mal fingida naturalidad.

Me acerco a la puerta y la abro, y Bryst me sigue con cautela. Llegamos al piso de abajo y me apresuro a agarrar el pomo de la puerta, deseoso de salir de esta casa de una vez. Comienzo a girarlo…
Pero una mano firme se agarra a la mía con dureza.
Alzo la cabeza y miro a mi amigo, con estupor, que me examina concienzudamente con una expresión que nunca había visto en él. Con su rostro muy cerca del mío, Bryst me observa, inmóvil, buscando la verdad en mis ojos. Yo le respondo con una sonrisa nerviosa, que fuerzo a que llegue hasta mi mirada, donde, al final, tras unos agobiantes segundos, mi amigo desiste en su búsqueda de lo que sea que esté buscando, aunque ya poco me importa. Solo quiero salir de aquí. Aparta la mirada, y abre la puerta, con la mano aún sobre la mía.
Y vuelve su expresión desenfadada.

-Me pasaré por tu casa mañana, ¿vale? No salgas hoy, hace mal tiempo.- Lo dice con una sonrisa, pero más que una sugerencia, parece una orden. Asiento, sonriendo, incapaz de pronunciar palabra alguna.

-Nos vemos mañana.
Salgo de su casa a paso ligero, y no vuelvo la mirada. Siento sus ojos en mi nuca, de nuevo, explorando mis gestos en busca de información. No quiero volver a verlos, y dudo que pueda quitarme de la cabeza la expresión de su rostro hace unos momentos. Nunca había visto a mi amigo así. Sentí miedo, durante un momento creí que no iba a permitir que me fuera.
“Ya he salido” me digo a mí mismo. Suspiro, aliviado inmensamente, pero no me permito bajar el ritmo.

Cuando llego a casa estoy agotado. Me encierro en el baño y me observo a mí mismo al espejo.
Estoy algo pálido, mi rostro se contrae, intentando respirar con dificultad. Me extraño. Es como si hubiera corrido una maratón, como si el aire no llegara a mis pulmones, como si no pudiera respirar. Ni siquiera cuando salgo a correr acabo tan cansado como ahora…

Continúo mirándome al espejo, intentando calmar mi respiración, pero a medida que voy tranquilizándome, un débil dolor nace en mi cabeza, y se extiende por todo mi cuerpo, especialmente en mis ojos, como un suave mareo. Supongo que será porque no he desayunado, pero no sería la primera vez que me salto una comida, además, jamás había tenido esta sensación de confusión…
Despacio, y agarrándome a los muebles del pasillo, consigo llegar a mi habitación, y, sin encender la luz, desvestirme y meterme en la cama.
Mi cuerpo no deja de sudar y cada vez me siento más cansado, acalorado y confuso.


Doy mil vueltas en la cama, y al cabo de mucho rato, por fin el sueño me vence, y entro en un estado de reposo inquieto y para nada reparador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario